Entró una ráfaga de viento por precario techo. Las velas se apagaron repentinamente. Nos quedamos a oscuras. La ansiedad flotaba en el ambiente. Y los rostros de los que estábamos presentes allí, uno a uno iban apareciendo a medida que volvíamos a encender las velas.
Una vez más, yo trataba de recordar aquella noche en que la ví. Ella era muy hermosa. Yo me encontraba ansioso de verla nuevamente. Me extrañaba su ausencia en ese momento, y me extrañaba que su familia me haya invitado a pasar cuando mencioné su nombre. Presentía que ella estaba escondida en alguna parte escuchándome, o que ellos la tenían escondida en alguna parte.
Sí, era esa la casa donde ella vivía. Era muy precaria tanto por fuera como por dentro. Queda cerca a un cementerio abierto que no tiene muros ni vigilantes. Y como la mayoría de las casas del lugar, no tenían luz.
- "Está suguro que era ella", me preguntó el papá.
- "Si fue solo hace tres días" le dije.
Les conté que hace tres días le hice un taxi, y la traje hasta esa casa. Pero lo que no les conté fue que esa chica iba al cumpleaños de una amiga a la Molina. La ruta era un poco larga. En el camino nos fuimos haciendo amigos, yo sentía el calor de su mirada. Mi corazón se aceleraba cada vez que me sonreía. Yo me decía ¡cómo la amo!
Pero si apenas hacía 15 minutos que hab{ia subido al taxi ¿se puede amar a alguien en quince minutos? De repente llegamos a la casa de su amiga Rita. "espera" me dijo. "solo entro a saludarla y luego salgo, quiero pasar la noche contigo..." En eso mi corazón latía fuerte.
Demoró en salir 15 minutos. Era invierno, yo veía como tiritaba de frío a altas horas de la noche, sus hombros estaban desnudos, su espalda estaba desnuda. Sentía ganas de abrazarla para calentarla. Pero no quería perderla esa noche.
Sentía una alegría al estar a su lado. ¡A dónde la llevo? me pregunté. Por nuestro lado desfilaban varios hoteles para pasar la choe. Deseché esa idea. Echaría todo a perder, y por una noche de pasión la perdería para siempre.
La llevé por el malecón Grau de Chorrillos, caminamos juntos, mientras respirábamos al brisa marina, escuchábamos el movimiento del mar. Ví que ella tenía frío, pero que estaba contenta con mi compañía. Entonces me saqué la casaca y se la puse alrededor de los hombros. Sentí la calidez de su mirada, cuando ella me dijo gracias. Era un gracias de alguien que se sentía protegida, era un gracias familiar. Me sentí contento de satisfacción.
En eso nos miramos a los ojos. Sus ojos eran grandes y hermosos. Sentí sus labios en los míos. Sentí su pecho en el mío. La sentí mía. Yo me preguntaba ¿qué hubiera pasado si yo la llevaba al hotel? ¿y si hubiéramos pasado allí juntos la noche?
La luz de las velas comenzaban nuevamente a apagarse ante las ráfagas de aire. Su familia era pobre. Estaban los padres de ella, los tíos de ella que vivían en la casa. Me escuchaban con atención.
- "¡Qué es lo que quiere?" me interrogó el hermano de ella con su mirada furiosa.
Yo la conocía apenas hace tres días, no sabía qué decirle. Me había ilusionado cuando ella me dijo que su corazón estaba solitario, que había tenido tantas decepciones amorosas. Una chica tan hermosa! Me dije. Extrañaba su hermoso rostro, la calidez de sus labios, su respiración, sus ojos.
- "¿Para qué la quiere?" Me interrogó esta vez la madre. Yo sentía que me estaban poniendo contra la pared. Mientras sentía su presencia. Deb{ia estar allí, en alguna parte.
- " Y ¡cómo era ella?" Me volvieron a preguntar. Hasta les hablé de la cicatriz notoria que tenía en el hombro. Y yo me preguntaba ¿a qué hora sale ella? Hace tres noches la dejé en aquella casa, la ví sacar su llave y entrar.
- "¡qué es lo que desea?" volvió a preguntar su hermano.
Sentía la mirada escrutadora de todos. Yo sentía que ella estaba aquí, seguramente escondida en algún lugar. Seguramente su familia le había prohibido que salga. Pero me sentía intimidado por las miradas.
- "Solo vine a pedirle mi casaca que le presté esa noche" les dije.
En eso vino otra ráfaga de viento. Se apagaron las velas. El ambiente se puso oscuro. Y nuevamente encendieron las velas. Yo veía los rostros llorosos de su familia.
- "Imposible!" dijo el hermano, "ella, hace un mes que ha muerto".
- "Pero... si hace tres noches que la dejé aquí en su casa..." les dije incrédulo, mientras sentía que en ese momento mi corazón se helaba. ¡No! ¡Ella no! me dije. Sentía que mi moral se parecía a las llamas de las velas, pronto a apagarse en cualquier momento. Hace tres días sentía que mi corazón se iluminaba, pero esta noche de un momento a otro, mi vida se oscurec{ia.
- "¿Es ella?" me dijo la madre, mostrándome su foto. Mi corazón latía fuerte. Ya no dije nada.
- "Si usted no me cree, vamos al cementerio" dijo la madre.
Fuimos al cementerio que no está rodeado. Íbamos en grupo como si fuera una procesión, en el camino su madre mascullaba un Ave María, los otros hacían también lo mismo. Iluminados por unas velas y por una linterna. En el camino me acordaba cuando ella me dijo, "ven a visitarme, te estaré esperando". Pero ella estaba muerta.
Seguimos unos recovecos. El cementerio era abierto. Entramos a la zona más pobre.
- "Por allí debe estar" dijo el padre. Iluminó con su linterna, y allí estaba su casaca encima de la cruz que se encontraba sobre su tumba. Entonces leí su nombre Victoria Sanchez E. muerta el...
Una vez más, yo trataba de recordar aquella noche en que la ví. Ella era muy hermosa. Yo me encontraba ansioso de verla nuevamente. Me extrañaba su ausencia en ese momento, y me extrañaba que su familia me haya invitado a pasar cuando mencioné su nombre. Presentía que ella estaba escondida en alguna parte escuchándome, o que ellos la tenían escondida en alguna parte.
Sí, era esa la casa donde ella vivía. Era muy precaria tanto por fuera como por dentro. Queda cerca a un cementerio abierto que no tiene muros ni vigilantes. Y como la mayoría de las casas del lugar, no tenían luz.
- "Está suguro que era ella", me preguntó el papá.
- "Si fue solo hace tres días" le dije.
Les conté que hace tres días le hice un taxi, y la traje hasta esa casa. Pero lo que no les conté fue que esa chica iba al cumpleaños de una amiga a la Molina. La ruta era un poco larga. En el camino nos fuimos haciendo amigos, yo sentía el calor de su mirada. Mi corazón se aceleraba cada vez que me sonreía. Yo me decía ¡cómo la amo!
Pero si apenas hacía 15 minutos que hab{ia subido al taxi ¿se puede amar a alguien en quince minutos? De repente llegamos a la casa de su amiga Rita. "espera" me dijo. "solo entro a saludarla y luego salgo, quiero pasar la noche contigo..." En eso mi corazón latía fuerte.
Demoró en salir 15 minutos. Era invierno, yo veía como tiritaba de frío a altas horas de la noche, sus hombros estaban desnudos, su espalda estaba desnuda. Sentía ganas de abrazarla para calentarla. Pero no quería perderla esa noche.
Sentía una alegría al estar a su lado. ¡A dónde la llevo? me pregunté. Por nuestro lado desfilaban varios hoteles para pasar la choe. Deseché esa idea. Echaría todo a perder, y por una noche de pasión la perdería para siempre.
La llevé por el malecón Grau de Chorrillos, caminamos juntos, mientras respirábamos al brisa marina, escuchábamos el movimiento del mar. Ví que ella tenía frío, pero que estaba contenta con mi compañía. Entonces me saqué la casaca y se la puse alrededor de los hombros. Sentí la calidez de su mirada, cuando ella me dijo gracias. Era un gracias de alguien que se sentía protegida, era un gracias familiar. Me sentí contento de satisfacción.
En eso nos miramos a los ojos. Sus ojos eran grandes y hermosos. Sentí sus labios en los míos. Sentí su pecho en el mío. La sentí mía. Yo me preguntaba ¿qué hubiera pasado si yo la llevaba al hotel? ¿y si hubiéramos pasado allí juntos la noche?
La luz de las velas comenzaban nuevamente a apagarse ante las ráfagas de aire. Su familia era pobre. Estaban los padres de ella, los tíos de ella que vivían en la casa. Me escuchaban con atención.
- "¡Qué es lo que quiere?" me interrogó el hermano de ella con su mirada furiosa.
Yo la conocía apenas hace tres días, no sabía qué decirle. Me había ilusionado cuando ella me dijo que su corazón estaba solitario, que había tenido tantas decepciones amorosas. Una chica tan hermosa! Me dije. Extrañaba su hermoso rostro, la calidez de sus labios, su respiración, sus ojos.
- "¿Para qué la quiere?" Me interrogó esta vez la madre. Yo sentía que me estaban poniendo contra la pared. Mientras sentía su presencia. Deb{ia estar allí, en alguna parte.
- " Y ¡cómo era ella?" Me volvieron a preguntar. Hasta les hablé de la cicatriz notoria que tenía en el hombro. Y yo me preguntaba ¿a qué hora sale ella? Hace tres noches la dejé en aquella casa, la ví sacar su llave y entrar.
- "¡qué es lo que desea?" volvió a preguntar su hermano.
Sentía la mirada escrutadora de todos. Yo sentía que ella estaba aquí, seguramente escondida en algún lugar. Seguramente su familia le había prohibido que salga. Pero me sentía intimidado por las miradas.
- "Solo vine a pedirle mi casaca que le presté esa noche" les dije.
En eso vino otra ráfaga de viento. Se apagaron las velas. El ambiente se puso oscuro. Y nuevamente encendieron las velas. Yo veía los rostros llorosos de su familia.
- "Imposible!" dijo el hermano, "ella, hace un mes que ha muerto".
- "Pero... si hace tres noches que la dejé aquí en su casa..." les dije incrédulo, mientras sentía que en ese momento mi corazón se helaba. ¡No! ¡Ella no! me dije. Sentía que mi moral se parecía a las llamas de las velas, pronto a apagarse en cualquier momento. Hace tres días sentía que mi corazón se iluminaba, pero esta noche de un momento a otro, mi vida se oscurec{ia.
- "¿Es ella?" me dijo la madre, mostrándome su foto. Mi corazón latía fuerte. Ya no dije nada.
- "Si usted no me cree, vamos al cementerio" dijo la madre.
Fuimos al cementerio que no está rodeado. Íbamos en grupo como si fuera una procesión, en el camino su madre mascullaba un Ave María, los otros hacían también lo mismo. Iluminados por unas velas y por una linterna. En el camino me acordaba cuando ella me dijo, "ven a visitarme, te estaré esperando". Pero ella estaba muerta.
Seguimos unos recovecos. El cementerio era abierto. Entramos a la zona más pobre.
- "Por allí debe estar" dijo el padre. Iluminó con su linterna, y allí estaba su casaca encima de la cruz que se encontraba sobre su tumba. Entonces leí su nombre Victoria Sanchez E. muerta el...
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